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miércoles, 23 de abril de 2014

SENSACIONES.

Un pequeño escalofrío me recorre la espalda mientras poco a poco sumerjo mi cuerpo desnudo en ese riachuelo. Ese riachuelo donde de pequeña me imaginaba un mundo de fantasía junto a mis amigas. Ahora ese pequeño arroyo donde han dado lugar tantos acontecimientos de mi infancia, se ha convertido en un mar de recuerdos, solo recuerdos.

Meto la cabeza debajo del agua en un intento de volver a sentirme niña, pero me doy por vencida. Sigo siendo yo, una muchacha que quiere olvidar el presente y que desea con todas sus fuerzas sentirse de nuevo viva. Repetir esas tardes llenas de carcajadas y bromas junto a aquellas personas a las que prometía no abandonar nunca. Bajo la mirada y suspiro, las cosas cambian.

Echo un vistazo a mí alrededor. Estoy en medio de la naturaleza, disfrutando del contraste entre calor del sol del verano y la frescura del agua rozando mi piel.
Diviso alguien a lo lejos aproximándose. Lentamente la imagen se hace más nítida, pertenece a un joven. Le contemplo durante unos segundos hasta que recuerdo mi cuerpo al descubierto, rápidamente salgo del agua y me cubro con la toalla para esconderme acto seguido tras unos matorrales.

Noto mi corazón nervioso, trato de pasar desapercibida pero al mismo tiempo contemplo curiosa, me pregunto qué le habrá traído hasta este tan poco conocido lugar. Observo entre las ramas cómo el chico llega a la orilla. Mantengo la respiración intentando hacer el menor ruido posible, mientras él al creer estar solo, con toda naturalidad se dispone a sacar algo de su vieja mochila. De repente siento que algo se clava en mi pierna, escuece, se me escapa un leve gemido y aprieto los puños como si de ésta forma lograse atenuar el dolor. Intento contener las lágrimas a la vez que mis pulsaciones aumentan al darme cuenta de que el desconocido ha notado mi presencia y mira en dirección a mi escondite, se levanta y se acerca. Cuando creo haber sido descubierta me percato de que realmente mira una colmena situada justo encima del arbusto que había tomado como refugio. 

Suspiro aliviada mientras cierro los ojos y mis manos acarician mi pierna calmando la incómoda sensación, que por lo visto era producto de una abeja extraviada.

Aquel interesante joven, después de pararse a contemplar el hogar de aquel insecto que me había causado tal dolor, regresa a su trocito de orilla para continuar lo que había dejado a medias. Tras volver a meter la mano en la mochila saca lo que parece ser un cuaderno. Lo abre por una página cualquiera y comienza a escribir.
Escribe rápido y parece concentrado, lo que hace aumentar mis ganas de saber lo que le ha traído a este paradero tan poco transitado. Y todavía más por conocer el contenido que está siendo plasmado en las hojas de ese cuaderno.

Por unos momentos permanece completamente inmóvil, ocasión que aprovecho para fijarme más en sus rasgos. Aparenta tener unos dos años más que yo, su pelo oscuro cae de una forma desordenada pero graciosa sobre su frente. A su vez posee una tez blanca, aunque unas mejillas rosadas que invitan a ser acariciadas. Y resaltan sus ojos, levemente rasgados con una mirada fija que tienta a saber más de quién la posee.

Cierra el cuaderno y lo mete de nuevo en su saquito para después irse por donde ha venido. De nuevo estoy sola en mitad de la nada, mirando un montoncito de hojas secas donde hacía solo unos segundos había estado sentado aquel desconocido.

De repente me doy cuenta de que está anocheciendo y recuerdo cómo se preocupa mi madre si aparezco apenas unos minutos más tarde de lo habitual.
 Me encontraba tan absorta mirando a  aquel extraño que ni me había percatado de la hora. Rápidamente me pongo mi vestido azul clarito de rayas y salgo corriendo sin que me dé tiempo a abrocharme las zapatillas.

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